El aspartame, sustancia prácticamente desconocida hace tres décadas, es hoy un ingrediente familiar para los consumidores, pues está presente en infinidad de productos alimenticios Diet, expendidos masivamente y consumidos indiscriminadamente y sin reserva por multitudes de personas cuyo propósito es el de cuidar la figura y evitar los problemas de salud como la diabetes que resultan del uso y el abuso del azúcar refinada.
Si usted se dedica a curiosear las etiquetas de los productos Diet o “sin azúcar” (sugar free) expendidos en los supermercados, notará que el aspartame no sólo se encuentra presente en las gaseosas Light o Diet, sino también en mentas, dulces, cereales, chicles sin azúcar, desayunos instantáneos, bebidas de café, postres congelados, gelatinas, jugos, laxantes, bebidas lácteas, multivitaminas, batidos, té, galletas de dieta, mezclas para repostería, yogures y ¡la lista continúa!
El aspartame ha sido un producto polémico desde su aparición. Fue descubierto en 1965 y aprobado en 1974 por la Administración de Alimentos y Bebidas de los Estados Unidos (FDA). Esta primera aprobación fue retirada por objeciones de grupos de científicos que afirmaban que su consumo era peligroso; sin embargo, fue nuevamente aprobado en medio de gran controversia en el año de 1981, y a partir de ese momento empezó a consumirse popularmente. En 1983 se aprobó el uso del aspartame en bebidas gaseosas y en los jarabes usados para prepararlas, con lo que su uso se masificó.
Mientras los fabricantes de productos que lo contienen alegan que “no hay suficiente evidencia” de que el uso del aspartame conlleve a daño alguno para la salud, muchos investigadores científicos insisten en afirmar que “es la sustancia más peligrosa en el mercado entre todos los aditivos a las comidas” y que su consumo tiene que ver con el 75 porciento de las reacciones adversas a estos aditivos.
Y, como dice el refrán: “cuando el río suena, piedras lleva” Se ha documentado que el aspartame (cuyos componentes son los aminoácidos fenilalanina y ácido aspártico, acompañados por metanol) causa daños al sistema nervioso central, hasta el punto de ser considerado una toxina peligrosa y estar en la lista de “venenos químicos”
Se afirma que los aminoácidos de laboratorio contenidos en el aspartame no son manejados por el cuerpo del mismo modo que los que se ingieren en los alimentos, sino que parecen inundar el torrente sanguíneo de una manera extraña, provocando serios problemas de salud. Más de 90 síntomas se asocian con el uso continuo de este endulzante “dietético”, entre los cuales están las migrañas, dolores de cabeza, mareos, náusea, entumecimiento, espasmos musculares, rasquiña, depresión, fatiga, irritabilidad, taquicardia, insomnio, problemas de visión, sordera, palpitaciones cardíacas, dificultades para respirar, ataques de ansiedad, falta del sentido del gusto, tinnitus, vértigo, pérdida de la memoria, dolores en las articulaciones, cambios en la visión, inflamación cerebral e incluso convulsiones.
Ni qué decir de las enfermedades crónicas ligadas a su consumo: problemas renales, inflamación del páncreas, tumores cerebrales, esclerosis múltiple, epilepsia, fatiga crónica, enfermedad de Parkinson, Alzheimer, retardo mental, linfoma, defectos de nacimiento y fibromalgia.
Lo más irónico es que el consumo del aspartame se ha asociado con el sobrepeso y la diabetes, dos de los problemas de salud que muchos consumidores del producto desean evitar cuando lo utilizan.
Muchos nutricionistas sugieren que si deseamos consumir dulces, usemos con moderación aquellos que contienen una forma natural de azúcar y tratemos de evitar los sustitutos químicos.
Algunas opciones naturales podrían ser la miel de abejas, el azúcar morena, o el endulzante de estevia, una hierba de cuyas hojas se extrae un dulce natural, 300 veces más fuerte que el azúcar (sus productores afirman que unas cuantas gotas equivalen al dulce de una cucharadita de azúcar). A diferencia del azúcar refinada, la estevia contiene nutrientes y se considera además un energético.
Mi humilde sugerencia es que, antes de usar cualquier sustituto del azúcar, nos informemos acerca de las consecuencias de su consumo. No perdamos de vista que existen grandes corporaciones detrás de la producción del aspartame y de otros químicos sintéticos. Por lo tanto, antes de confiar en cualquier información, averigüemos quien la sustenta. Y, como siempre, démosle preferencia al dulce de las frutas y de los alimentos que nos ofrece la madre naturaleza con amor y ¡con las mejor de las intenciones!
Escrito por Gloria Spencer- Escritora Independiente y Educadora Nutricional
Desde el sitio: http://www.buenagente.us/directo-a-la-salud/aspartame-el-dulce-veneno.html